lunes, 12 de enero de 2015

Letras de sangre. El crimen de la calle Moncada (I)






Inauguramos el nuevo año con el relato de un crimen atroz cometido hace más de un siglo en Barcelona pero que en su día tuvo una gran repercusión dando lugar a unos funerales multitudinarios, el ofrecimiento de una elevadísima recompensa (20.000 pesetas de la época) y cuyo juicio ante la Audiencia Territorial  contó con la presencia de numeroso público.

Su relevancia para nosotros radica en la utilización de un medio puramente documental y manuscrito como instrumento delictivo clave para perpetrarlo lo que obligaría a la realización de la correspondiente pericia caligráfica

Para ello nos hemos valido de los testimonios recogidos por el propio Perito Calígrafo interviniente D Federico Miracle Carbonell en su obrita publicada en 1887 y titulada de un modo tan significativo como:

“El crimen de la calle de Moncada. Facsímile de los principales documentos que obran en la causa, y demostración de la manera importantísima con que el arte caligráfico contribuyó al descubrimiento de tan horrendo crimen”.

Igualmente, nos hemos ayudado del fantástico libro de Manuel Bofarull i Terrades. "Crims a la Catalunya del segle XIX. Valls. Cossetània, 2008".



Una mañana cualquiera.

Como todas las mañanas, a las 9:00 horas el sábado 18 de abril de 1885, Salvador Azemar y Balló natural de La Junquera. de 51 años, “hombre de bien y empleado honradísimo” casado, padre de una hija y cobrador desde hacía 23 años, abandonó las oficinas de la sucursal del Banco de España en Barcelona con su maletín lleno de letras vencidas por valor de unas 40.000 pesetas. 

Entre ellas, figuraba una de 750 pesetas a cargo de un tal Joaquín Roig, de Barcelona, para cobrar en un despacho de la calle de Montcada, número 13, principal.

Después de dos visitas en las que recaudó 2.000 pesetas en efectivo y le fue entregado un talón de 17.240 se dirigió a la casa de la calle Montcada, 13, esquina Quemado Grande.

Hubo de pasar por delante de la Zapatería situada en los bajos del edificio. Hacía poco que la mujer del zapatero había visto a unos hombres quitar los carteles de “Se alquila” del piso vacío. Su marido le comentó de pasada lo del cartel en la puerta que vió al subir al palomar.

Seguramente no tardó en identificar el despacho en el que debía efectuar el cobro gracias a un letrero de porcelana en el que podía leerse claramente “Joaquín Rojo”. 

Salvador llamó a la puerta.

Entonces no lo sabía pero cuando aquella mañana salió de la sucursal llevaba en su abultado maletín el billete de una lotería letal que, desgraciadamente, estaba a punto de tocarle.

Un oficio peligroso.

Por aquel entonces la profesión de cobrador no estaba exenta de riesgos pues había que personarse a cuerpo en los domicilios para la recogida de dinero y efectos. El uniforme les acreditaba para ejercer su labor pero también les delataba tanto a ellos como a la valiosa mercancía que transportaban en sus maletines.

Las letras de cambio.

Como señala Juan Ignacio Peinado Gracia, "la letra de cambio es titulo valor a través del cual una persona llamada librador ordena a otra llamada librado que realice un pago a favor de un tercero desginado en el documento, que se denomina tomador, en el lugar y momento señalados (Lecciones de Derecho Mercantil. Aureliano Menéndez. Civitas. 2014").

No obstante, como luego veremos, este académico e inocente sistema cambiario que favorece la circulación del crédito puede ser pervertido con fines abyectos hasta el punto de convertir los elementos consustanciales de la letra, su dia y lugar de cobro, en el día y la hora rubricados para cometer un asesinato.

Continuará...